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Liturgia y Espiritualidad: Textos Litúrgicos
Jueves 4 de diciembre de 2025

TEXTOS

Libro de Isaías 26,1-6
Aquel día, se entonará este canto en el país de Judá: Tenemos una ciudad fuerte, el Señor le ha puesto como salvaguardia muros y antemuros. Abran las puertas, para que entre una nación justa, que se mantiene fiel. Su carácter es firme, y tú la conservas en paz, porque ella confía en ti. Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna. El doblegó a los que habitaban en la altura, en la ciudad inaccesible; la humilló hasta la tierra, le hizo tocar el polvo. Ella es pisoteada por los pies del pobre, por las pisadas de los débiles.

Salmo 117
"Bendito el que viene en nombre del Señor."

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres; es mejor refugiarse en el Señor que fiarse de los poderosos. R.
«Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor.» «Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella.» Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. R.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y él nos ilumina». R.

Evangelio según San Mateo 7,21.24-27
Jesús dijo a sus discípulos: "No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".


COMENTARIO

La seguridad es uno de los bienes más preciados de la vida civilizada, y por eso surgieron las ciudades, en las que los ciudadanos se organizan para protegerse de los depredadores externos. Pronto surgieron los enemigos y depredadores internos y se volvió imperativo un régimen de justicia, hacia dentro y hacia afuera. Ni los muros costosos ni las leyes draconianas dan seguridad, sino la justicia y la participación equitativa en el bien común. El resto son placebos.

Vale la pena recordar que por centurias la urbe ha explotado los bienes de los no ciudadanos, de los que viven a la intemperie, en zonas rurales, fuera de los muros. El poder se ha concentrado en los centros urbanos en detrimento de la campiña. Esto ha marcado la concepción del mundo y de la sociedad por generaciones, acentuando la inequidad. En un tejido social tan depredado económica, religiosa, social y culturalmente, es indispensable recuperar la ética del bien común con justicia. Es hora de edificar el sueño de Isaías, y construir la urbe universal.